El Bono Cultura en el Modelo Cultural Dominicano

jueves, 1 de abril de 2010 |




Toda una década no han sido suficientes para que luego de creada la Secretaría de Estado de Cultura, hoy convertida en ministerio, se alcanzara un esquema de gestión cultural capaz de potenciar el capital cultural como bases del bienestar humano y la ciudadanía cultural.

Hace una década Néstor García Canclini, nos advertía, que era necesario “…repensar tanto al Estado como al mercado, y la relación de ambas con la creatividad cultural y la participación.” Se presentaba como una tarea urgente, según el conocido experto, situar esta problemática en el centro de las cuestiones de las políticas culturales, y de los procesos de integración cultural latinoamericanos. Canclini nos hablaba de lo importancia de “… averiguar cómo coordinar a ambos para que participen de modo más democrático en la selección de lo que va a circular o no, de quiénes y con qué recursos se relacionarán con la cultura.”
[1]

La falta de comprensión en nuestro país sobre esta cuestión, obviamente ha significado ignorar políticas culturales con clara vocación estratégica hacia la producción y los mercados culturales; cosa que tendrían serias consecuencias respecto a las sinergias que hay que producir entre las políticas culturales y las políticas sociales del Estado, necesarias para alcanzar un nuevo modelo de desarrollo cultural para la República Dominicana.

Desde el pasado año el Ministerio de Cultura del Brasil promueve la Ley de Bono-cultura
[2], con el cual busca producir un cambio sustancial en el modelo cultural de aquel país, creando una demanda inducida que permita romper las barreras que impiden el acceso a amplios sectores sociales a los bienes y servicios culturales. Siendo quizás este instrumento uno de los modos posibles para dar solución a la problemática expuesta anteriormente.

Iniciativa semejante ya había sido promovida desde el 2009 en Andalucía, España. Empero, a diferencia de la tarjeta de bono cultura en esta comunidad española, que se orienta a estimular el consumo cultural en segmentos juveniles, la del brasil pretende impactar en toda la clase trabajadora del Brasil, no importando la edad y el género.

El Bono-Cultura otorgará una tarjeta de crédito mensualmente a los trabajadores, por parte de sus empleadores para que puedan acceder a bienes y servicios culturales, teniendo como base la llamada Bolsa Cultural, equivalente a 50 reales para gastos exclusivamente cultural.

El proyecto de Ley según estimaciones del Ministerio de Cultura, espera que el consumo cultural del Brasil pueda llegar a unos 319 millones de dólares, incrementando sustancialmente la renta de los artistas y estimulando el empleo cultural, especialmente dentro del sector de las industrias culturales y creativas.

El impacto del Bono-Cultura significará beneficiar a 12 millones de brasileños, que hasta el momento se encuentran marginados del consumo cultural en este país. Brasil que lleva un riguroso estudio de indicadores culturales, revela que a penas un 20% de los brasileños que acceden a la cultura sólo el 14% de ellos, asisten al cine una vez por mes; el 96% nunca ha ido a un museo; el 78% nunca a entrado a un espectáculo de danza y, el 93% jamás ha tenido acceso a una exposición de arte.

En la República Dominicana, donde ya se han desarrollado programas con tarjetas con créditos, que buscan promover políticas sociales que mitiguen los efectos de la marginalidad en la lucha contra la pobreza, como lo serían el programa Bono Gas y la tarjeta solidaridad. Resulta improbable que el Bono cultura pudiera alcanzar objetivos significativos, debido a que el modelo de gestión cultural no es cónsono con una estructura cultural orientada a las políticas de desarrollo cultural.

En el caso hipotético que promovamos una Ley de Bono-Cultura, bajo las actuales circunstancias de la gestión cultural dominicana, en donde no existen indicadores de consumo cultural, andaríamos a ciegas buscando colocar la cola al burro. Este instrumento de política cultural, como lo es el Bono-Cultura, que no deja de crear controversias; podría convertirse en nuestro país, por las tareas que están pendientes en materia de economía de la cultura, en un mecanismo con finalidades distintas a las que se procuran desde el punto de vista del desarrollo cultural.

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[1] Néstor García Canclini, Industrias culturales globalización: procesos de desarrollo e integración en América Latina. Cultura y Desarrollo, Volumen 1, febrero 2000, ORCALC. Pág. 33

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