Carlos Santos, un nombre obligado en la pintura dominicana contemporánea

jueves, 25 de octubre de 2007 |





Por Jeannette Miller


A lo largo de nuestra historia, los caribeños hemos estado luchando por definiciones como raza, territorio, estilos de gobierno, logrando conformar, poco a poco, un tiempo y un espacio nebulosos, circulares, donde la necesidad de permanencia aporta modificaciones a cualquier código.

El arte, el lenguaje contemporáneo ha venido mezclando Escuela y Tendencias, Modos y Medio de manera abierta, en interés de lograr expresiones que nos identifiquen en la síntesis de nuestra variedad.

La pintura dominicana de los últimos quince años cabe en este contexto, que en gran medida se ha propuesto como una manera de volver a las fuentes, de reconstruir nuestro pasado, como parte de un rescate que implica una búsqueda de identidad.

En la década del 50, paul Guiudicelli trabaja una pintura abstracta que utiliza lo geométrico como soporte investigando sobre las pictografías taínas y la cultura negra de los trabajadores de la caña. A principios de los 60, Fernando Peña Defilló y Silvano Lora, regresan de Europa y establecen la validez de los recursos extrapictóricos con una obra abstracta apoyada en lo matérico, que abarca desde denuncia social, hasta postulados mágicos religiosos.

Carlos Santos (1956), surge en la década del 80 y empalma con esta ya tradición de nuestra cultura constituyéndose en uno de los nombres que encabeza la corriente abstracta de las últimas generaciones. Con un geometrismo matérico sustentado en la filosofía, el equilibrio del Ser actúa como eje de sus enormes cuadros monocromáticos, que desde su primera individual en el Museo de Arte Moderno (MAM, 1987), le ganan la atención de los conocedores.

Alumno de Gilberto Hernández Ortega, ganador de premios significativos, en el trabajo Santos, el uso de la textura como motivo del cuadro, define una producción donde el rigor de la línea y el caos de la materia armonizan.

Sociólogo, investigador, estudioso de la filosofía y la estética, la obra de Carlos Santos persigue el equilibro a través del concepto, de la reflexión...

Difícilmente sus telas se dejen arrastrar por la pasión, por el gesto, sin embargo, la visión del mundo que transmiten sus cuadros no está exenta de un sentido de religiosidad donde el elemento pictórico y no pictórico es utilizado en la confección de un objeto simbólico casi ritual.

Referencia obligada para cualquier estudioso de nuestra historia más reciente, permanente conciencia crítica de este artista y su continua actitud de investigación, le permiten edificar una obra que, por las respuestas estéticas que formula, ya ha creado tendencias entre sus contemporáneos y muchos artistas posteriores a él.

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