El Ministro Ideal de la Cultura.(y II)

martes, 1 de julio de 2008 |

Agentes Sociales para la Cultura y el Desarrollo, Santa Cruz de la Sierra, Bolivia.


Las opiniones de los miembros de la Red de Gestores Iberoamericanos, expuestas en la primera entrega, contribuyen a prefiguran un perfil ideal del Ministro(a) de la cultura, al tiempo de prescribir prácticas y concepciones imprescindibles, para que éste sea considerado un modelo a imitar.

Al calor de este debate, inédito por demás, expongo tras el escrutinio de tantas ideas y consideraciones, algunas otras reflexiones con las que quisiera seguir bosquejando el perfil del ministro(a) de la cultura soñado.

Un ministro de cultura ideal, deberá comprender la cultura como un fenómeno multidimensional, cosa que significa entenderla en su complejidad. Pero, para afinar el propósito y sentido del debate ya abierto; debo decir que tal complejidad, aquí está referido a la cultura, en tanto objeto de políticas culturales. Siendo de este modo, no aspiramos al ministro ideal, cónsono con la idea decimonónica, de saber enciclopédico y acervo cultural. Eso es una cosa y otra, sus saberes en materia de políticas y gestión cultural.

En este punto, me adscribo al criterio de que las políticas culturales no deben limitarse al marco de lo que hacen ¨…. las instancias culturales, en términos de regulación, gestión y control, sino que son intervenciones realizadas por éstas, pero también por las instituciones civiles, los grupos sociales y los agentes culturales a fin de orientar sus agendas políticas, satisfacer sus necesidades culturales y obtener algún tipo de consenso en torno a un tipo de orden o transformación social. ¨( *)

Como podemos percatarnos, el ministro ideal de la cultura, por tanto; debe poseer la facultad de avizorar esta lógica en las políticas culturales, a la vez de advertir los vectores que históricamente impulsan las tendencias y dinámicas de lo cultural. Un ministro ideal, jamás deberá confundir lo anterior, con escoger a priori, ¨sectores favoritos¨ que llevarán, desafortunadamente, acciones culturales díscolas que veremos impedir, desarticular o destruir la institucionalidad y los sistemas culturales.

Lo cierto es, que un ministro de cultura debe sustentar el proceso cultural de su gestión, en las ideas predominantes que son consecuencia de un plan de desarrollo integral y sostenible, en el que queden conjugado lo técnico con los intereses, requerimientos y objetivos consensuados por el sector cultural para tales propósitos.

El ministro o ministra ideal de cultura, no puede estar personificado en quien ose en subordinar la ¨teoría¨ y el conocimiento por lo meramente empírico. De este modo, sólo se alcanza una gestión irreflexiva, de poco alcance prospectivo que apuntala al activismo e inmediatismo rapante.

En este contexto, aspiramos que su conducta y actitud, haga que la gestión cultural supere el centralismo, pero también las formas de ¨asistencialismo¨ de Estado en la cultura, que desactivan el desarrollo cultural, apocando e ignorado la diversidad cultural, los procesos de interculturalidad, pluralismo e identiarios; así como las políticas descentralizadoras en favor del impulso local.

Sin embargo, para alcanzar este ideal de ministro en la cultura, debemos pensar en una persona integra, que sustente verdaderos valores, especialmente, en la defensa de nuestra cultura, identidad y patrimonio cultural. No para erigir un chauvinismo, sino para que pueda inteligentemente, reivindicar soberanía para las políticas culturales nacionales. Con ello, deberá buscar vías creativas para potenciar nuestras creaciones y hacer que las mismas, puedan sobreponerse a culturas avasallantes y monopólicas. En ese sentido, es misión suya estimular lo nuestro con nuevas ofertas y circuitos culturales alternativos. (Canclini)

No tendremos un ministro ideal de la cultura, mientras veamos que la cultura sea reducida a simple espectáculo, buena tan sólo para crear el circo de los políticos. Tampoco mientras no hagamos el nexo necesario y urgente de la cultura con las diversas áreas de la vida social, situando su transversalidad como garantía del desarrollo y la sostenibilidad.

Y finalmente, un ministro ideal de la cultura deberá comprender que la cultura es un modo de existencia individual y colectiva, creador y transformador, con la que marcamos nuestro desarrollo histórico social, fundamos nuevas formas de ser, hacer y sentir; perfeccionamos nuestra condición humana y prefiguramos y alcanzamos nuestras utopías.

En esa tesitura, el ministro ideal de la cultura será quien impulse y nos haga ver a todos que las políticas culturales, tan sólo son un medio para asegurar una ciudadanía cultural, que garantice en cada uno de nosotros, poder producir, acceder, consumir y disfrutar de los bienes y servicios culturales.


* Víctor Manuel Rodríguez, ¨Políticas Culturales y Textualidad de la Cultura: Retos y Límites de sus Temas Recurrentes. (http://www.oei.es/cultura2/vmrodirguez.htm)

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