Dimensionar la cultura para el cambio

martes, 12 de agosto de 2008 |

"Composición " , 1999, obra de Carlos Santos


“Seguimos en el mismo sitio y no encontramos salida: no sabemos guiar el cortejo fúnebre de lo real, del poder, de lo social mismo, implicado también en la depresión en que nos agitamos”.

“Cultura y Simulacro”
Jean Baudrilla
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Buscar un norte posible frente a las amenazas de estandarización y homogeneidad cultural, de las fuerzas de la globalización; lidiar con los efectos de desenfocadas políticas culturales, y buscar de alguna manera, reconstituir la fractura entre cultura, política y sociedad; nos lleva a valorar enfoques y experiencias que busquen refundar concepciones y prácticas culturales en su forma y contenido.

Con el Seminario, “Agentes Sociales para el Desarrollo y la Cultura”, celebrado en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia; conocimos otra dimensión del trabajo cultural, a través de experiencias que inspiran a retomar la idea de cambio, dimensionando lo social y cultura, desde otra perspectiva.

A partir de ese Seminario, revalidamos el trabajo cultural que orienta acciones cónsonas con anhelos y aspiraciones comunes, capaces de dotar de salidas a la circularidad del tiempo histórico macondiano, que viven nuestras realidades latinoamericanas.

Hoy el tiempo se vuelve más complejo y contradictorio para nuestra modernidad tardía, que tiene que enfrentarse a una nueva temporalidad de la sociedad de la información. La idea del cambio, en ese contexto, sólo es concebido desde el impulso tecnológico, dejando de lado otros factores que unifican y consolidan la cultura.

Pero esa realidad contradictoria observada, tiene un fardo pesado, actúa disgregando lo social y lo cultural, a través de las mediaciones institucionales que hacen imaginar, únicas e ineludibles opciones de intervención de la realidad. Como toda ideología, nos hace creer que el cambio social provendrá de las fórmulas instituidas por el poder. Tiene razón Andrés Pérez Baltodano, cuando señala que en América Latina, percibimos que la realidad no cambia, porque es “…producto de nuestra visión histórica como un proceso territorialmente contenido”.[1]

Un nuevo enfoque, no deberá perder de vista la fuente y razón del poder en la cultura. Es preciso una vincularidad de diversos factores para que se produzca un verdadero cambio; pues, las fuerzas del cambio, que influyen sobre nuestras realidades sociales e institucionales, son continuas e indetenibles. Obviar este hecho, es desconocer el sentido y orientación de los procesos y la propia realidad. Vale decir, “Macondo desapareció (que es la forma más radical de cambio) precisamente por no cambiar; desapareció arrasado por las fuerzas externas nunca previstas por los personajes que lo habitaban”. [2]

Por eso, la nueva acción cultural debe apelar a una lógica, de tiempo y espacio diferente, horizontal, capaz de hacer fluir la relación entre vida y cultura. No es casual, que en las conclusiones del Seminario antes citado, se hiciera un llamado a “… no perder la capacidad de encantamiento de la Cultura, de no olvidar que su misión es la creación de mundos poéticos, habitables”.

Configurando así el trabajo de gestión cultura, vemos romper los tiempos y espacios de políticas que subordinan toda suerte de bien común y éticidad, al simulacro y la teatralidad. Faltará aún, que la acción cultural sea dimensionada, avizorando y construyendo alternativas y alteridades fundantes. De tal suerte, la cultura provocará sus giros dialécticos, cristalizando no sólo “mundos poéticos y habitables”, sino mundos posibles, vividos y soñados colectivamente.

Sin embargo, la crisis de sentido en la política nos llega, haciéndonos pensar que la causa y el cauce del poder y el cambio residen en las instituciones,[3] esas mismas que entendemos esclerotizas y fosilizadas. Así, como parte de esa ideología, la dimensión colectiva se enajena, dificultando la creación de comunidad e impidiendo la plena y armónica relación entre cultura y política.

No debemos renunciar a dimensionar la cultura porque sería deshabitarnos de historia e identidad.

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[1] Andrés Pérez Baltodano, “Estado, soberanía y políticas en América Latina”. Ed. Nueva Sociedad, 1997. El autor sostiene que “América Latina cambia cuando cambian sus procesos institucionales nacionales. Cambia también cuando éstos se mantienen inalterables ante cambios que subre el contexto dentro del cual funcionan los países de la región”. Pág. 18.
[2] Ibíd., Pág. 18.
[3] Ver Alejandro Serrano Caldera, “Ética y Política”, ver sus tesis sobre la crisis de la política. Revista Polis, versión Web: http://www.revistapolis.cl/polis%20final/10/serr.htm

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