La cuestión en las Industrias culturales dominicanas

viernes, 3 de octubre de 2008 |


Francisco de Goya. "Tu que no puedes". Aguafuerte (1799)

Con el extraordinario dinamismo y crecimiento experimentado por las industrias culturales y creativas, acaecido en el contexto de la cultura y la nueva economía. Se pensaba que a estas alturas la República Dominicana, estaría desarrollando un audaz programa para este sector, desde el cual pudiéramos entrar al siglo XXI, transformando el ineficaz modelo de desarrollo cultural dominicano.

Lamentablemente, este hecho no ha ocurrido en los últimos 10 años, aun cuando el proyecto de reforma cultural en la República Dominicana, así lo contemplara. Más bien, hemos sido testigo de políticas que deliberadamente, provocan estancamiento y confusión, en torno al nuevo paradigma que trae consigo las políticas orientadas al desarrollo de las industrias culturales.

Con los progresos alcanzados en la región y el mundo, en materia de industrias culturales, posiblemente podríamos estar entre los países de menor avance en la adopción de políticas públicas, en favor de tales industrias y servicios. Tal aseveración no es exagerada sí nos percatamos de todos los aspectos y procesos requerido para acometer con éxito este propósito.

En el panel sobre industrias culturales, organizado por la Fundación Global Democracia y Desarrollo, (FUNGLODE), en 2004; sostuve que “Cualquier política cultural en la República Dominicana, estará condenada al fracaso, si no advierte de estos cambios y, si no reconoce que “... la actividad cultural ha adquirido una entidad como sector económico”.
[1]

Desde esta nueva configuración, la cultura cobra visibilidad y protagonismo, dada la dinámica que generan las industrias y servicios culturales en la lógica socioeconómica. Por otro lado, la irrupción de lo privado en este esquema; inexcusablemente permite ampliar el concepto de relación de lo público y privado, posibilitando que las relaciones con el Estado tengan que ser rediseñadas. En lo inmediato, ello exige mayor nivel de responsabilidad y eficacia, especialmente, en cuanto a la regulación y control de los mercados, evitando que las estrategias y dinámicas que poseen dichas industrias, impongan a la cultura una finalidad meramente mercantil.

Evidentemente, el fomento de las industrias culturales como objeto de políticas culturales, conduce a cambios profundos en el sistema y la gestión cultural, alterando de este modo, esquemas que no respondan a criterios basados en la planificación y en indicadores. Única forma de asegurar racionalidad y evaluación continua del modelo. Lo anterior dará cabida, entre otras cosas, a elevar la capacidad técnica de gestión, al tiempo de potenciar la vocación para la negociación y alianzas entre lo público y lo privado; esto así, en virtud del ineludible empoderamiento que este modelo impone a los actores involucrados.

El actual esquema de gestión cultural dominicano, ante las tendencias históricas actuales, evidencia un verdadero anacronismo, que se refleja en la imposibilidad de asumir, resuelta y deliberadamente, estrategias integrales para que las industrias y servicios culturales sean el motor del desarrollo, conforme al nuevo orden económico y cultural.

Los esfuerzos de iniciar en el 2005, un programa estratégico nacional para el sector de industrias culturales y creativas en la República Dominicana; no obtuvo mucho éxito, debido a los temor y recelos del conservadurismo cultural, que advirtió desaparecer el esquema patrimonialista de Estado, desde el que gestiona la cultura.

Es una lástima que tal programa, que fomentaría las industrias culturales nacionales y, que recibiera apoyo de organismos nacionales e internacionales; especialmente, en materia de cooperación técnica y financiera, fuera desmantelado.
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[1] Ver ponencia en:



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