(foto: Guy Ben Ary, 2004)
Autoproclamarse Bioartista, como lo ha hecho la australiana Cynthia Verspaget, no es sorpresa en estos tiempos en que no existen fronteras infranqueables. Sin embargo, las razones que arguye esta artista para serlo, sí que es motivo de asombro y reflexión para el arte contemporáneo.
En la Revista a mínima, Cynthia Verspaget ha confesado: “Soy bioartista. Mi práctica artística abarca la exploración de las fronteras borrosas, la ética cuestionable y la domesticación de las tecnologías científicas y electrónicas. Lo que me interesa particularmente de los materiales biológicos es el lugar frágil que ocupan en la ciencia, siempre vinculados a procesos culturales y políticos, percepciones y construcciones.” [1]
Posterior a su residencia en la Universidad de Australia Occidental, a inicios de la presente década, relacionará sus estudios e investigaciones en Simbiótica con sus preocupaciones experimentales en el arte contemporáneo, desde los que conceptualiza sobre el Bioarte. Verspaget, expondrá sus trabajos en importantes galerías y eventos internacionales, buscando desde el arte contemporáneo, desafiar sistemas de conocimientos y prácticas en las ciencias biológicas, la tecnología y el arte. En la actualidad, sus trabajos experimentales con células vivas, se han hecho famosos, al producir “valoración estética” con material genético manipulado.
El Bioarte de Verspaget, con tal de fundar una tendencia de arte contemporáneo, que vincule biología, ciencia y arte, suscitará serias controversias sobre el futuro del arte, empujando lo ético y lo creativo más allá de sus límites. Esta artista contemporánea explorará la “plasticidad” de lo celular, en su búsqueda de la “estética interior del cuerpo”. Del mismo modo, pone al descubierto el dilema sobre las políticas existentes acerca del manejo y uso de los tejidos y células humanas en los laboratorios científicos.
Un ejemplo de ello, lo constituye el uso de las células cancerosas de la africana, Henrietta Lacks en sus trabajos; células que habrían sido extraídas del cuello uterino a la mujer africana en los años 50, sin su consentimiento. Este material genético se considera la primera variedad de células humana de cáncer, establecida en un laboratorio; la que es explotada, experimentalmente por los laboratorios y la ciencia, con fines de estudios y usufructo comercial, durante todos estos años. La línea celular de HeLa, como también se le conoce, sería usada por Cynthia Verspaget en su instalación, de la “Variedad de Células de la Anarquía”, con la que procuran adquirir formas de “células artísticas”.
Observamos con el Bioarte, implicaciones ético-creativas para el arte contemporáneo, que arrastran del mismo modo, a la ciencia y la tecnología. La manipulación de tejidos humanos, las transgresiones a la vida, y porqué no a la muerte; con sus consecuencias axiológicas y bioéticas para la sociedad; despoja al arte actual de consideraciones y principios ya establecidos universalmente, en las Convenciones sobre Biótica y del Genoma humano promulgados por la UNESCO. Cynthia Verspaget asumirá sus riesgos en esta aventura trasgresora, al convertir ese mismo objetivo en creación misma. Por esa razón, admita como placer: “Me gustan las criaturas fronterizas de trasfondo monstruoso….”
La Declaración Universal sobre Bioética y Derechos Humanos, del 2005, y la Declaración Universal sobre el Genoma Humano y derechos Humanos, de la UNESCO (1997), limitó en su formulación de Principios, el contenido de la Bioética a los aspectos de la ciencia y la tecnología. No vislumbrando los avances simultáneos en estas esferas, los cuales conducirían tarde o temprano a formas híbridas de expresión, como sucede en la actualidad con el Bioarte.
Pero cuidado, Adela Cortina, filósofa española, nos ha recordado con acierto y lucidez, que curiosamente el mensaje de las tres inmortales novelas, Frankenstein de Mary Shelley, la Isla del Dr. Moreau de Herbert George Well y el Extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde de Robert Louis Stevenson, no radica en que “Los monstruos atenten contra sus propios creadores y contra el resto de la humanidad, sembrando el terror”, sino otro muy distinto, “…los monstruos no son las criaturas engendradas en clandestinos laboratorios por científicos ebrios de afán investigador, sino esos mismos científicos ciegos e irresponsables, capaces de engendrar seres condenados a la infelicidad con tal de ver satisfecha su curiosidad”.[2]
_______________________En la Revista a mínima, Cynthia Verspaget ha confesado: “Soy bioartista. Mi práctica artística abarca la exploración de las fronteras borrosas, la ética cuestionable y la domesticación de las tecnologías científicas y electrónicas. Lo que me interesa particularmente de los materiales biológicos es el lugar frágil que ocupan en la ciencia, siempre vinculados a procesos culturales y políticos, percepciones y construcciones.” [1]
Posterior a su residencia en la Universidad de Australia Occidental, a inicios de la presente década, relacionará sus estudios e investigaciones en Simbiótica con sus preocupaciones experimentales en el arte contemporáneo, desde los que conceptualiza sobre el Bioarte. Verspaget, expondrá sus trabajos en importantes galerías y eventos internacionales, buscando desde el arte contemporáneo, desafiar sistemas de conocimientos y prácticas en las ciencias biológicas, la tecnología y el arte. En la actualidad, sus trabajos experimentales con células vivas, se han hecho famosos, al producir “valoración estética” con material genético manipulado.
El Bioarte de Verspaget, con tal de fundar una tendencia de arte contemporáneo, que vincule biología, ciencia y arte, suscitará serias controversias sobre el futuro del arte, empujando lo ético y lo creativo más allá de sus límites. Esta artista contemporánea explorará la “plasticidad” de lo celular, en su búsqueda de la “estética interior del cuerpo”. Del mismo modo, pone al descubierto el dilema sobre las políticas existentes acerca del manejo y uso de los tejidos y células humanas en los laboratorios científicos.
Un ejemplo de ello, lo constituye el uso de las células cancerosas de la africana, Henrietta Lacks en sus trabajos; células que habrían sido extraídas del cuello uterino a la mujer africana en los años 50, sin su consentimiento. Este material genético se considera la primera variedad de células humana de cáncer, establecida en un laboratorio; la que es explotada, experimentalmente por los laboratorios y la ciencia, con fines de estudios y usufructo comercial, durante todos estos años. La línea celular de HeLa, como también se le conoce, sería usada por Cynthia Verspaget en su instalación, de la “Variedad de Células de la Anarquía”, con la que procuran adquirir formas de “células artísticas”.
Observamos con el Bioarte, implicaciones ético-creativas para el arte contemporáneo, que arrastran del mismo modo, a la ciencia y la tecnología. La manipulación de tejidos humanos, las transgresiones a la vida, y porqué no a la muerte; con sus consecuencias axiológicas y bioéticas para la sociedad; despoja al arte actual de consideraciones y principios ya establecidos universalmente, en las Convenciones sobre Biótica y del Genoma humano promulgados por la UNESCO. Cynthia Verspaget asumirá sus riesgos en esta aventura trasgresora, al convertir ese mismo objetivo en creación misma. Por esa razón, admita como placer: “Me gustan las criaturas fronterizas de trasfondo monstruoso….”
La Declaración Universal sobre Bioética y Derechos Humanos, del 2005, y la Declaración Universal sobre el Genoma Humano y derechos Humanos, de la UNESCO (1997), limitó en su formulación de Principios, el contenido de la Bioética a los aspectos de la ciencia y la tecnología. No vislumbrando los avances simultáneos en estas esferas, los cuales conducirían tarde o temprano a formas híbridas de expresión, como sucede en la actualidad con el Bioarte.
Pero cuidado, Adela Cortina, filósofa española, nos ha recordado con acierto y lucidez, que curiosamente el mensaje de las tres inmortales novelas, Frankenstein de Mary Shelley, la Isla del Dr. Moreau de Herbert George Well y el Extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde de Robert Louis Stevenson, no radica en que “Los monstruos atenten contra sus propios creadores y contra el resto de la humanidad, sembrando el terror”, sino otro muy distinto, “…los monstruos no son las criaturas engendradas en clandestinos laboratorios por científicos ebrios de afán investigador, sino esos mismos científicos ciegos e irresponsables, capaces de engendrar seres condenados a la infelicidad con tal de ver satisfecha su curiosidad”.[2]
[1] Revista a Mínima: http://aminima.net/wp/?p=827&language=es
[2] Adela Cortina, “Ciudadanos del Mundo: hacia una teoría de la ciudadanía”, Introducción, pág. 12. Alianza Editorial, Cuarta reimpresión, 2005.

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