Luego de más de dos décadas de crisis en el mercado del arte dominicano, la cual ha dejado a pocas galerías de arte en pie, vemos cómo el panorama económico se sigue ensombreciendo, tras el colapso financiero internacional, cuyas repercusiones resultan devastadoras para la economía local y en grado sumo para el sector artístico nacional.
Todo el sistema de las artes, según las noticias que nos llegan, evidencia que los mercados y circuitos internacionales del arte, buscan fórmulas para sobrellevar la baja en las ventas de obras de arte y el financiamiento de la cultura, ocasionada por la recesión económica. Sin embargo, poco se habla del impacto que una situación como esta, produce en las condiciones de vida y sociales de los artistas.
Desde hace años, la comunidad internacional viene mostrando preocupación por las políticas culturales que no conducen a importantizar el papel de los artistas en la sociedad y actúan sin conocer y mejorar sus condiciones sociales de vida. Pero no sería hasta la 21.a Conferencia General de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) celebrada en Belgrado (1980), cuando se aborda a profundidad esta problemática, produciéndose un importante documento titulado: “Recomendaciones Relativas a la Condición Social del Artista”. [1]
Sin embargo, a 28 años de este acontecimiento, aún no todos los Estados y gobiernos han hecho suyo estas recomendaciones de la UNESCO. Una de las razones, para explicar la inobservancia de las mismas, podría proceder del carácter del propio documento; el cual no es un instrumento normativo, con poder vinculante, para los Estados. Otra de las razones provendría de la ausencia de criterios amplios acerca del bienestar social, por parte de los hacedores de políticas culturales, que excluyen de las políticas sociales, aquellas orientadas a mejorar las condiciones sociales de los artistas.
Luego de las “Recomendaciones relativas a la condición social del artista” de la UNESCO, y conocidos sus “principios” y “definiciones”, la vigilancia internacional hacia los poderes públicos y el Estado, giran en torno a comprometerlos a comulgar con una conducta que valore, respete y proteja a los artistas, fundada en una sensibilidad ética sobre el valor del arte y de sus creadores.
Por ello es que el texto de la UNESCO, en sus definiciones, sea enfático al indicar que la palabra “condición” designa, por una parte, la posición que en el plano moral se reconoce en la sociedad a los artistas (….), sobre la base de la importancia atribuida a la función que habrán de desempeñar, y por otra parte, el reconocimiento de las libertades y los derechos, incluidos los derechos morales, económicos y sociales, en especial en materia de ingresos y de seguridad social de que los artistas deben gozar.”
Hemos visto con agrado, cómo algunas pocas instituciones gubernamentales dominicanas (no culturales), han salido al paso, cubriendo limitadamente, ese déficit de nuestras políticas culturales nacionales; ofreciendo proyectos, principalmente a nuestros artistas consagrados. Sin embargo, desde el estamento cultural público, a no ser las acciones aisladas y simbólicas que al respecto realiza, continuamos sin definición y estrategias claras, hacia políticas de reconocimiento social orientadas a mejorar la apremiante condición social de clase artística dominicana.
Aunque la UNESCO posea un observatorio para dar seguimiento a la cuestión de la “Condición Social del Artista”y muestre preocupación en tal sentido, es oportuno que ante la crisis mundial, éste y otros organismos multilaterales, junto a los gobiernos, busquen asentar medidas que garanticen mejoras en la condición social de los artistas, impulsando procesos y experiencias que han sido exitosas en Europa y Latinoamérica.[2]
Todo el sistema de las artes, según las noticias que nos llegan, evidencia que los mercados y circuitos internacionales del arte, buscan fórmulas para sobrellevar la baja en las ventas de obras de arte y el financiamiento de la cultura, ocasionada por la recesión económica. Sin embargo, poco se habla del impacto que una situación como esta, produce en las condiciones de vida y sociales de los artistas.
Desde hace años, la comunidad internacional viene mostrando preocupación por las políticas culturales que no conducen a importantizar el papel de los artistas en la sociedad y actúan sin conocer y mejorar sus condiciones sociales de vida. Pero no sería hasta la 21.a Conferencia General de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) celebrada en Belgrado (1980), cuando se aborda a profundidad esta problemática, produciéndose un importante documento titulado: “Recomendaciones Relativas a la Condición Social del Artista”. [1]
Sin embargo, a 28 años de este acontecimiento, aún no todos los Estados y gobiernos han hecho suyo estas recomendaciones de la UNESCO. Una de las razones, para explicar la inobservancia de las mismas, podría proceder del carácter del propio documento; el cual no es un instrumento normativo, con poder vinculante, para los Estados. Otra de las razones provendría de la ausencia de criterios amplios acerca del bienestar social, por parte de los hacedores de políticas culturales, que excluyen de las políticas sociales, aquellas orientadas a mejorar las condiciones sociales de los artistas.
Luego de las “Recomendaciones relativas a la condición social del artista” de la UNESCO, y conocidos sus “principios” y “definiciones”, la vigilancia internacional hacia los poderes públicos y el Estado, giran en torno a comprometerlos a comulgar con una conducta que valore, respete y proteja a los artistas, fundada en una sensibilidad ética sobre el valor del arte y de sus creadores.
Por ello es que el texto de la UNESCO, en sus definiciones, sea enfático al indicar que la palabra “condición” designa, por una parte, la posición que en el plano moral se reconoce en la sociedad a los artistas (….), sobre la base de la importancia atribuida a la función que habrán de desempeñar, y por otra parte, el reconocimiento de las libertades y los derechos, incluidos los derechos morales, económicos y sociales, en especial en materia de ingresos y de seguridad social de que los artistas deben gozar.”
Hemos visto con agrado, cómo algunas pocas instituciones gubernamentales dominicanas (no culturales), han salido al paso, cubriendo limitadamente, ese déficit de nuestras políticas culturales nacionales; ofreciendo proyectos, principalmente a nuestros artistas consagrados. Sin embargo, desde el estamento cultural público, a no ser las acciones aisladas y simbólicas que al respecto realiza, continuamos sin definición y estrategias claras, hacia políticas de reconocimiento social orientadas a mejorar la apremiante condición social de clase artística dominicana.
Aunque la UNESCO posea un observatorio para dar seguimiento a la cuestión de la “Condición Social del Artista”y muestre preocupación en tal sentido, es oportuno que ante la crisis mundial, éste y otros organismos multilaterales, junto a los gobiernos, busquen asentar medidas que garanticen mejoras en la condición social de los artistas, impulsando procesos y experiencias que han sido exitosas en Europa y Latinoamérica.[2]
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[1] “Recomendación relativa a la Condición del Artista”, 21.a Conferencia General UNESCO, 1980.
http://portal.unesco.org/es/ev.php-URL_ID=13138&URL_DO=DO_TOPIC&URL_SECTION=201.html
[2] Conclusiones de las jornadas La Condición Europea del Artista Visual
[2] Conclusiones de las jornadas La Condición Europea del Artista Visual

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