Electoralismo y Cultura en la República Dominicana

viernes, 15 de febrero de 2008 |

Teatro Nacional de la República Dominicana

¨El culturalismo se niega a tomar seriamente en consideración la evolución y el cambio que marcan todos los aspectos de la vida social y cultural, incluso aquellos que han sido revestidos de un carácter sagrado.¨
Samir Amín


Recientemente, hemos visto que en el contexto electoral actual de la República Dominicana, se ha notado un marcado interés en sectores de opinión pública, a estimular el debate político más allá de las acostumbradas manifestaciones populistas electorales que se suelen ofertar.

Las visiones alternativas sobre lo cultural, aún no salen a la palestra. Al parecer, las ofertas electorales en este sector se han agotado en los discursos y en el ejercicio en el poder, de los dos partidos mayoritarios, que tienen la oportunidad de ganar la contienda electoral. Dichas ofertas son para el sector cultural, nada más que recursos retóricos, que ante la incapacidad de concretarlas, sólo han consolidado el activismo cultural que se ha sobrepuesto a la falta de compresión de los procesos de mundialización y globalización cultural.

Estamos convencidos, que cualquier planteamiento de política cultural, si no supera el sentido predominante del enfoque culturalista en la República Dominicana, no podrá alcanzar éxito alguno en esa materia. Dicho enfoque, distorsionado en el contexto de la realidad dominicana, en un seudo culturalismo; no alcanza comprender la cultura desde una perspectiva de totalidad, acorde con el desarrollo cultural. Este mismo enfoque, tampoco ha vislumbrado la cultura como generadora de crecimiento y desarrollo, aunque fuese dentro de una perspectiva economicista, debido a que no posee respuestas para comprender y poder actuar, estimulando políticas que permitan el desarrollo de la producción cultural y la regulación de los mercados.

Esto explica, porqué perdiéramos la oportunidad de una exención cultural en los acuerdos de libre comercio con Estados Unidos, en el gobierno pasado. En este caso, el organismo rector de las políticas públicas del sector, la Secretaría de Estado de Cultura, ni siquiera se dio por enterado de la importancia de esta postura, para haber alcanzado dicha exención, como lo obtuvo el Gobierno Chileno. Lo mismo ha pasado con el presente gobierno, que apoyara en todos los foros internacionales la Convención sobre la Protección de la Diversidad de las Expresiones Culturales, y transcurrido dos años de su adopción, aún República Dominicana no la adopta, cosa que pudiera enmendar los errores en materia de comercio exterior y diversidad cultural.

Empero, el seudo culturalismo dominicano, curiosamente no es capaz de estimular y desarrollar plenamente las Bellas Artes y el Patrimonio Cultural, áreas predilectas del culturalismo. Más bien se desgasta en actividades efímeras, de escaso impacto o predilectas de quienes nos dirigen; entronizando en sectores sociales y de gobierno, la idea de que la cultura, es más un gasto que una inversión para el desarrollo. La cultura entonces, queda sustentada en criterio de subsidiaridad presupuestal, que sin planes estratégicos deriva ser, no más que un barril sin fondo.

Otro aspecto que debe estar en la discusión electoral, concierne a los esquemas de gerencia, en el que persiste una visión centralista de gestión cultural, que impide el necesario proceso de descentralización cultural. Todavía se confunden la descentralización, que significa creación de estructuras, sistemas culturales, recursos financieros y humanos y, por supuesto, delegación de poder; con la simple animación cultural que muchas veces procede de los centros urbanos más desarrollados.

De igual manera, las políticas nacionales, no toman en cuenta los aspectos demográficos de la población para ser planificadas. Ello se realiza de manera antojadiza, sin precisar de análisis que conduzcan a satisfacer las características sociodemográficas y culturales de la población. Propuestas como una cartografía cultural, que es una herramienta fundamental, experiencia de buenas prácticas en varios países latinoamericanos, no es más que un sueño que está lejos de realizarse en el presente esquema de gestión.

Otro aspecto cuestionable de las políticas cultural y de la que no escuchamos propuestas, es del necesario proceso de ciudadanización cultural, clave para hacer valer los derechos culturales y premisa, para alcanzar una ciudadanía cultural. Así mismo, ello nos debe llevar a políticas de activación social del patrimonio, el estimulo de las industrias culturales, la democratización de las políticas públicas culturales y de reconocimiento a la diversidad cultural, entre otras aspectos.

Hay que subrayar que es fundamental, comprender la lógica de la cultura del capitalismo contemporáneo, para superar este estado de cosas. Como señala Ana Wortman al respecto, ¨ La lógica de la cultura del capitalismo contemporáneo remiten a transformaciones en lo macroeconómico, como también en la dimensión cultural de la vida social y económica, en la organización del campo cultural y en la emergencia de nuevas subjetividades. Por eso en el contexto actual podemos advertir modificaciones en las prácticas culturales, ya que estamos hablando de otro sujeto y otra cultura.¨


Al juzgar por ese contexto, las políticas culturales dominicanas, están todavía en su prehistoria. Difícilmente podamos salir del círculo vicioso en que se encuentra el sector cultural, el cual está prevalido de una concepción tan desfasada, sobre las políticas culturales, que perpetúa la desigualdad, excluyendo de la producción, disfrute y consumo cultural a la mayoría de los dominicanos.

0 comentarios: